Michel Gondry escritor y director de este film llega a una conclusión encantadora y tentadora a través de Stéphane (Gael García Bernal): la realidad debe ser lo que soñamos y nuestros actos siempre deben estar dirigidos a lo que soñamos, entendiendo por sueño lo que se quiere, lo que se desea, lo que siempre debería hacerse. Es una película que en su técnica y desenvolvimiento de la trama obliga a traer de los recuerdos a “eterno resplandor de una mente sin recuerdos”. El film en definitiva está hecho para no poder diferenciar la realidad de lo que sueña Stéphane, su máximo sueño es el amor de Stéphanie y aunque el final es demasiado romántico y encasillado dentro de lo que desea Stéphane no se sabe si fue un sueño o fue realidad.
