Hoy Luis Andrés Caicedo Estela cumpliría 59 años de haber nacido, pero él mismo decidió suspender el paso por el tiempo y dejar las manecillas del reloj de su vida marcando los 25 años 5 meses y cuatro días. Hoy tendría 59 años, muchos libros de su autoría pero no me gustaría verlo con arrugas, convertido en todo un producto de consumo por las editoriales. A su edad logró el éxito que se propuso, tuvo el amor por el que dio su vida, la dedicación necesaria para dejar obra, los amigos suficientes para que lo recuerden y la obra esencial para dejar huella. Sí veo a Andrés Caicedo experimentando la salsa de los años 80´s y 90´s entremezclada con sus escritos, escribiendo sobre Rubén Blades y Willie Colón con su álbum Siembra, que la industria musical lanzara en 1978, su opinión sobre la vida de Héctor Lavoe y para qué mencionar sus críticas a las producciones cinematográficas de los últimos 30 años.
Hasta el último día de su vida, el 4 de marzo de 1977, Andrés Caicedo escribió sobre cine, amor y música. Lo último que escribió estaba dirigido a su novia-esposa Patricia Restrepo; con el corazón en vilo, con la angustia de saber que su tiempo acababa mientras se tomaba una a una las 60 pastillas de seconal, redactó: Patricia, mi amor único, mi vida entera, mi redención y mi agonía. Desnudando su ser como lo hacen los que viven con la insuficiencia del mundo dentro de la cabeza y tratan de hacer lo imposible por cambiar, por solicitar ayuda pero nadie lo puede hacer porque para los demás cuando uno piensa sobre la existencia se es un raro, un loco, un tostado. Seguía escribiendo mientras seguía tomando pastillas de seconal: está bien, déjame, pero concédeme la tranquilidad de no volver a pensar en ti jamás, tú eres mi dulce, mi bella, mi placenteramente insoportable perdición. Ya sabía que no había nada que hacer, ya las pastillas hacían efecto, no había nada que hacer con Patricia ni con su vida; estaba cumpliendo lo que había dicho: “vivir después de los veinticinco años es una vergüenza, es deshonesto, es una insensatez, después de los veinticinco se pierde toda capacidad de sorprenderse, se cae en el sin razón de la vida”. La carta final en su último párrafo resume la metáfora de su vida, es una sentencia, es su despedida: si no estoy contigo llevaré supongo una especie de anti-vida, de vida en reverso, del polo negativo de la felicidad. Pero sale el sol, ¿estarás por aquí cerca? Ahora salgo a buscarte amor mío.
Feliz cumpleaños Andrés Caicedo.