Hoy me dijiste que fui un error para ti. Que cometiste un error al estar conmigo. Que todo esto fue un error y que nunca volverías a cometer ese error. Esa palabra quedó dando vueltas en mi cabeza, tanto, que durante la cena rompí el silencio que caracteriza los momentos en la mesa con la siguiente pregunta: ¿padres yo soy un error? Mi madre con la sutileza y la ternura que siempre ha tenido para la comprensión, sin siquiera mirarme, respondió: sí, tú eres un error hijo, porque en el momento de tu fecundación estaba planificando y no entiendo cómo te colaste. Mi padre sonrió.