viernes, 11 de junio de 2010

Sin corazón.

Cualquiera de las siguientes mañanas quisiera despertar como Gregorio Samsa o José K, me gustaría morir como Andrés Caicedo o Ernest Hemingway y arrancarme los ojos como Edipo para no seguir siendo testigo de tanta estupidez humana, porque ojos que no ven corazón que no siente, y a propósito del corazón desearía ser Casanova o Madame Bovary, quisiera que mi corazón no tuviera memoria, sin necesidad de que sea caballero.

Quisiera pegarme un disparo en el corazón y caminar tranquilo por los andenes, cruzar calles, doblar esquinas, tomar el autobús con el pecho roto, con el vacío visible, con el vacío tangible y no con ese vacío del cual ignoro su procedencia; esa vacuidad impregnada en cada uno de mis pasos, esa incertidumbre de todo y contra todo que se ha convertido en principio rector de mis actos.

Quisiera despertar todas las siguientes mañanas con una shut gun a mi lado para eliminar lo que no me gusta, como esta mañana que desperté y halé del gatillo apuntando a mi corazón.