martes, 10 de abril de 2012

Decir sin dudar o el límite de la opinión


Günter Grass, escritor, no sé si poeta, ahora mismo, mientras usted lee esta línea, mientras aspira esta línea de cocaína de palabras, es criticado por su escrito llamado "lo que hay que decir", texto escrito en verso - no por eso poesía - igual si fuera por mí solo aceptaría la poesía en prosa y no en la ridiculez del verso, por lo que dice: verdades, la crítica tilda al escritor de antisemita, pero eso no desmiente la crudeza - no por eso veracidad - de la pluma de Grass, repugnante e infame ha dicho un alemán, ¿acaso el arte de escribir, como todo arte, no debe cumplir la función de transmitir sensaciones, despertar emociones? Condenar la literatura no soluciona el inconveniente de Israel, ni de Irán, ni de Alemania, ni de los Judíos, ni de los Kurdos, ni del Tío Sam; tildar de antisemita, de apátrida, de resentida, a una obra que transmite lo que nadie dice cuando más de uno lo piensa, es un mérito que va más allá de lo perceptible humano y ubica coincidencialmente al escritor, líder, periodista, en lo que el Gran Nietzsche denomina como "el Superhombre", no ubica su obra en la cumbre, pero sí, sitúa al autor por encima de lo cotidiano, de lo absurdo, de la hipocresía de existir, una prosa sincera y sin artimañas es más necesaria que la moralidad amañada, escritores como Grass requiere el mundo para evitar su aniquilación, Grass hace que el mundo no se quede como su protagonista en "el tambor de hojalata": siendo un niño para siempre.

"Lo que hay que decir"* - Günter Grass.

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.

Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?

El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.

Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.

¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?

Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.

Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.


* tomado de http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/03/actualidad/1333466515_731955.html