domingo, 11 de marzo de 2012


Pensamientos extraídos del TAGEBUCHER (Diario Inédito) de José María Vargas Vila.

Prólogo.

Vivimos en un mundo y cultura cuyos valores son ya ruinas que aun adoramos, pero que darán paso, tras su extinción y decantación, como “razón histórica” a una forma nueva de intuición del mundo.

A lo que nuestras ideas idean y nuestros pensamientos piensan.

Lo viejo se resiste a morir.

Llevar el dudar de todo lo establecido hasta sus últimas implicaciones.

La esencia de la negación es la soledad de la libertad.

Este Amor de lo imposible, que hay en el corazón.

La pérdida del objeto (su madre en este caso) es sinónimo de una enseñanza fecunda sobre el misterio del Ser.

Solo en esa vivencia radical de la vida como fracaso e implenitud es que topamos con la extraña alegría que nos dice: al  fin somos libres del cautiverio angustioso del tiempo.

Nos dice Herman Hesse en su novela el Lobo Estepario “la vida humana sólo alcanza el grado de verdadero sufrimiento, cuando se entrecruzan dos épocas, dos civilizaciones y religiones”.

Y continúa diciéndonos Herman Hesse, ese gran conocedor del alma, en su novela antes mencionada: “todo lo creado, incluso lo más simple en apariencia, está ya manchado por la culpa, es ya múltiple, ha sido arrojado ya a la sucia corriente del devenir y ya no podrá jamás nadar  contra la corriente. El camino hacia Dios, hacia la inocencia, hacia lo increado, no discurre hacia atrás, sino adelante…se adentra más en la culpa, en la encarnación…el retorno al Universo, la terminación de la dolorosa individuación…el ser Dios significa haber ensanchado tanto el alma que es capaz nuevamente de dar cabida al Universo”.

La religión, la patria, la familia y el Estado habían perdido a mis ojos todo valor y no me importaban.

La posibilidad del ateísmo es la posibilidad de sentirse desligado. Y lo que hace posible sentirse desligado es la suficiencia de la persona…”

La divinización o endiosamiento de la vida.

El ateísmo no es posible sin un Dios.

Estoy indefenso, soy el juguete de la fatalidad.
No puedo elegir, y sin embargo, es necesaria una decisión en un sentido u otro.

Finito e infinito, transitorio y permanente, limitado y libre, absoluto y relativo…

Albert Camus en las páginas finales de su obra cumbre “El Hombre Rebelde”, nos dice: “Ninguna parusía, ni divina ni revolucionaria se ha cumplido…sigue gritando el largo silencio de Prometeo ante las fuerzas que lo abruman. Pero Prometeo ha visto, entre tanto, a los hombres volverse también contra él y escarnecerle. Se comprende, por tanto, que la rebelión no puede prescindir de un amor extraño. Quienes no hallan descanso, ni en Dios ni en la Historia, se condenan a vivir para quienes, como ellos, no pueden vivir: para los humillados…Kaliayev y sus hermanos del mundo entero rechazan, por el contrario, la Divinidad porque rehúsan el poder ilimitado de dar la muerte. Eligen y con ello dan un ejemplo, la única regla original hoy en día: hay que aprender a vivir y morir, y para ser hombres hay que negarse a ser Dios. Y es que los hombres de Europa” dice Camus (y lo había dicho antes Vargas Vila en su revista Némesis), “no creen ya en lo que es: en el mundo y en el hombre viviente, el secreto de Europa es que no ama ya la vida”.