Dentro de las competencias
comunicativas tenemos las de escribir, escuchar, hablar y leer, ordenadas
alfabéticamente, pero no suceden así en el espacio temporal de la vida, alguien
normal escucha primero, habla después, escribe y por último lee; ese es el
orden impuesto, ese es el orden de las cosas, todo tiene un orden para los
normales: se nace, se crece, se reproduce y se muere, en el río de la vida que
tiene el mismo cauce para todos pero no la misma agua. ¿Qué hacer en un mundo
que esta hecho para personas normales, cuando ese orden no cuadra, no encaja,
no por rebeldía sino porque se tiene esa presión de que hay que ser normal? Es
la pregunta que resuelve de forma categórica toda la película llamada Taare
zameen par, o Every child is special, o Estrellas del cielo en La Tierra, ¿cuál
de los idiomas y nombres es el correcto? Todos, ¿no ve que es una traducción
hecha por alguien que sabe? Yo no creo, igual el idioma es así, caprichoso,
como un niño, como un niño al que se le quiere ordenar enseñándole a leer y
escribir, con métodos iguales para todos, igualándolos por el método y no por
cada una de sus capacidades, igualándolos con resultados y no con la
construcción de sus respuestas, así no es, la respuesta es otra, es tratar
igual a los iguales y desigual a los desiguales, a lo especial se le trata
especial y a lo igual, igual. ¿Cómo así? No le entiendo. Vea, cada persona trae
dentro de sí su manual de instrucciones, unos coinciden, otros no, algunos
porque son superiores en algunas competencias y a otros porque son superiores
en otras, nadie es inferior, cada uno trae su especialidad.
El filme responde a lo
subnormal de lo normal, a lo paradójico de las personas que manejan un aparato
ideológico de Estado como lo es la educación, por eso los Colegios tienen esas
insignias como: Unidad, Fe y Orden; Disciplina y Pulcritud, incluso las Universidades,
como esta que tiene en su bandera: “Scientia Fons Libertatis” y ni hace ciencia
ni es libre, porque son reproductores de doctrinas estatales, pero no por
verdaderamente educar, no les diré qué es educar, pero con plena seguridad sí
diré qué no es educar, educar no es adiestrar, no es responder 25 preguntas de
25 posibles y por eso ganar becas, el que o la que lo hace, bien, pero podrá
decir que es un soldado, más no una persona con buena educación, la educación
es otro cuento, ya lo decía Platón en su República: debe existir educación en
todos los artes. No porque Ishan Awhasti, el personaje principal del filme, niño
perteneciente a una familia acomodada de La India, al que le gusta pintar, sino
porque las artes o los artes – las dos formas están bien dichas y escritas,
porque “arte” es una palabra ambigua y ambigua significa que puede usarse como
masculino o como femenino – exploran al ser humano de forma integral, pues
vean, más allá de que el Cine sea un arte menor
para mí, este logra ocupar
nuestra atención en una mañana de sábado, mucho más que escuchar al profesor;
el que no lo quiera ver, que no lo vea, pero tampoco que vaya a decir que es
mejor escuchar al profesor a ver una película, ¡eso no!, además, supe viendo la
película qué es la dislexia, mucho mejor que leyendo teorías vetustas o leyendo
Wikipedia o leyendo una diapositiva suspendida en la eternidad mientras el
profesor repite con otras palabras lo mismo que dice la diapositiva o
escuchando a mis compañeros repetir lo que dicen las lecturas que yo leí, por
lo menos que repitan las que no leí.
Así, la transmisión de
sensaciones y emociones son asuntos del arte, transmitirlas en medio de un
proceso de aprendizaje es una arte mayor, creo que la educación es un arte y
así es como debe funcionar este negocio, pero pesa que solo las personas
especiales (disléxicas, etc.) sean capaces de identificarlo, lo cual me hace
sospechar de todo aquel que no tenga dislexia.