Un Dios que cuenta los minutos y el céntimo, un Dios desesperado, sensual y gruñón como un puerco. Un puerco con alas de oro que cae en todas partes, panza arriba, deseoso de caricias. Es él, nuestro dueño. ¡Besémonos!
Louis Ferdinand Céline - Viaje al fin de la noche.