martes, 28 de agosto de 2012

Carromoto con amor frenado


Disparo. Pum. Otro pum. Otro pum. Otro pum. Otro pum. Otro pum. Otro pum. Siete pum al aire, al aire de mi cerebro, siete pepazos, uno letal, una bala que debe quedar incrustada para salvar la vida, pero que igual me pone al filo de la muerte en todo momento. Doctor, médico, quirófano, ¿acaso no estamos al filo de la muerte todos los días? La bala quedó adentro para que los médicos pudieran hacer su trabajo: salvar vidas. ¿No sería mejor que su oficio fuera ayudar a morir?

La marrana tremenda estuvo a mi lado en todo momento. Cuidó de mí llegando a su propio descuido, yo estaba inconsciente, los balazos así me dejaron y transcurrió el tiempo que debió transcurrir para esa relación, el mismo que transcurre entre el vientre y la tumba, anotando que a la muerte no le interesa si uno ha vivido, ha cumplido sus metas, ha cumplido con el “plan divino”, o ha cumplido tantos años, ella cumple su trabajo sin excepciones, es la única certera, la única que no tiene ambigüedades, la única fiel, la única que hace cosas por primera vez y así mismo convertirlas en la última vez. Hay muchas formas de morir y a la muerte de la relación entre la marrana firme y yo “el inconsciente” tampoco le importó lo que hicimos o lo que nos faltó hacer, actuó llegó arrasó y pasó.

Como una bala que debe quedarse incrustada para salvar la vida quedó la marrana en mí, es mejor dejarla adentro a que salga, no tanto por lo que pueda vivirse ahora junto a ella, sino por la decisión firme de aprender a amar y sólo se aprende cuando se está solo, seguir amando sin la persona que se ama al lado es amar, por eso es mejor dejar esa bala adentro incrustada encarnizada recordando lo que no se dijo, lo que quedó pendiente, lo que faltó por decir, como esto:

Detengan los relojes, corten el teléfono, cierren todas las sesiones de las redes sociales que los perros no ladren con su jugoso hueso. Silencien los pianos junto con los demás instrumentos y con tambores aturdidos saquen el ataúd... Acérquense los dolientes, que los aviones sobrevuelen y escriban en el cielo de todo el mundo el mensaje... ESTA RELACIÓN HA MUERTO. Pongan cintas negras en los cuellos de las palomas que los policías usen guantes de algodón negro. Ella es mi norte mi sur mi este y oeste mi semana laboral y mi descanso dominical mi mediodía, mi medianoche mi conversación, mi canción. Creí que el amor perduraría por siempre y que éramos uno pero fuimos siempre dos. Me equivoqué. Las estrellitas (como yo) no son deseadas ahora apáguenlas todas. Empaquen la luna desarmen el sol desagüen el océano y talen el bosque ya que nada ahora puede tener sentido[1].
La muerte cumplió con su objetivo pero en esta relación con la marrana tenaz fue verdaderamente cerda, salvaje, mutante, alienígena, superhéroe. Pum. Tas. Crick. Cruz. Y mandó todo en un carromoto lejos adonde todo es inalcanzable.


[1] Tomado de “Funeral blues” de W.H. Auden. Adaptado por mí.